miércoles, 19 de octubre de 2011

Los patricios

Supongo que las notas que os he presentado acerca del ser de Parménides resultaron pesadas y poco interesantes ya que nadie me ha hecho un comentario. Hoy os traigo algunas curiosidades del imperio romano. En ese tema hubo contestación
 Después de situarnos en la escala del mapa en tiempo de los romanos, me parece que es interesante analizar un poco cómo era la sociedad romana. Los apuntes que presento los he sacado del libro “Historia universal de Roma” de Carl Grimberg.
Según este autor, la población de Roma se componía de ciudadanos libres y esclavos, como en Grecia. A su vez, los ciudadano libres se clasificaban en patricios y plebeyos, ambos grupos separados por una barrera infranqueable.
Hoy hablaremos de los patricios. Ya iremos viendo qué eran los otros miembros de la población más adelante.

Los patricios

Los patricios. La palabra patricio viene de pater (padre).  Eran miembros de las antiguas familias romanas  y estaban constituidos por aquellas personas libres que dependían de un pater familiae, cacique o jefe de una familia.
No había muchos pater familiaes en Roma, puesto que una familia constaba de todos los varones vivos descendientes por línea paterna de un antepasado común: tíos, primos, sobrinos y nietos, más sus respectivas esposas y sus hijas, hermanas y tías solteras.  Y si a este grupo de vivos le agregamos los antepasados difuntos, tendremos la gens. La partencia venía dada por el apellido, que era común a todos los miembros de la gens.
La familia podía acoger, por adopción, a los libertos y plebeyos. Recibían el nombre de clientes y aunque no podían casarse con los auténticos patricios, gozaban de la protección del padre de familia; en contrapartida, debían contribuir de una u otra forma al bienestar del grupo.
Inicialmente, los pater familias ejercieron atribuciones judiciales sobre los integrantes de su gens y familia, pudiendo aplicar penas de muerte en los casos en que el arcaico derecho consuetudinario de la tribu así lo estatuyera.
            El jefe de la familia romana disponía de gran autoridad. Tenía derecho ilimitado de imponer los castigos corporales que juzgara convenientes y podía vender a su mujer y a sus hijos como esclavos sin tener que responder ante la ley.  Hasta podía aplicar penas de muerte en los casos en que el arcaico derecho consuetudinario de la tribu así lo estatuyera. Sólo era responsable de sus actos ante los dioses.
El hijo seguía bajo la autoridad paterna aun cuando hubiera fundado su hogar o alcanzado las mayores dignidades estatales. La historia de Espurio Casio es un ejemplo. En el año 485, cuando fue cónsul, mandó distribuir tierras y trigo a los ciudadanos necesitados; esta medida le hizo sospechoso de querer soliviantar al pueblo, y al terminar su mandato fue presentada demanda contra él. Según costumbre, se dejó el  asunto en manos del padre de Espurio, quien en virtud de sus poderes paternales siguió el proceso, dictó sentencia de culpabilidad contra su hijo y lo condenó a muerte. Espurio había sido tres veces cónsul, había recibido los honores del triunfo, era casado y padre de familia, pero seguía, sometido a la autoridad paterna
La aplicación inexorable de los derechos paternos es una característica del derecho familiar romano por completo desconocida entre los griegos; es, en cambio, similar al derecho de los germanos. No obstante, los antiguos nórdicos trataron a los hijos reacios con cierta benevolencia.
Cada familia poseía un terruño de propiedad común intransferible, ni siquiera en arriendo o comodato, porque, enterrados bajo él, seguían viviendo sus ancestros; allí venían periódicamente de todas partes sus descendientes a rendirles culto y comulgar con ellos en un banquete sagrado.
Los pater familias, como los antiguos mayorazgos de Castilla, administraban el patrimonio familiar en provecho propio y, al menos originalmente, también en beneficio de los familiares que se hallaran en situación de indigencia no culpable. Dicho patrimonio incluía a los esclavos, pues desde el punto de vista jurídico eran universalmente considerados animales.
 Por regla general, los patricios poseían latifundios y fortunas cuantiosas en dinero cantante y sonante, y, por su nacimiento y potencial económico, dominaban la sociedad y la dirigían tanto en tiempos de guerra como de paz. Obviamente, ningún orden político podía funcionar a contrapelo del patriciado. Sus representantes se reunían en un lugar consagrado en las cercanías del Foro, donde discutían las leyes y decidían asuntos políticos importantes. Y sólo podían ser cónsules los elegidos de entre ellos.

Parece que la historia si ha avanzado en algunos de los aspectos antes mencionados; pero ¿se puede decir que todavía quedan algunas reminiscencias de los patricios en la sociedad, que llamamos avanzada, del siglo XXI?  

1 comentario:

  1. Me surgen dos dudas en lo que escribes:

    1. Dices que esta aplicación inexorable era desconocida para los griegos. ¿Cómo trataban el asunto estos?
    2. ¿Cuál era el límite de autoridad de los pater familiae, es decir, quién los "controlaba" o ante quién debían responder? ¿Existía la posibilidad de perder esa jefatura de familia a causa de algún desmán que hubieran cometido?

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